Haec dies, quam fecit Dominus (Salmo 117, 24). “Este es el día que hizo el Señor”; este día es la obra de Dios, el verdadero dies Domini, el dies Christi, el “día del Kyrios”, el día de Cristo”, Hijo de Dios, que pone fin a todos los días de este mundo terreno. Es el primero y el único de los días del nuevo mundo Divino. No es día primero en el sentido que a esto se da al hablar de la primera semana de la creación. Es más bien el octavo día, que sigue al séptimo, al sagrado sábado; sigue a este Sábado que coronó la obra de la creación con la Pascua de Cristo y dejo dormido al Verbo Creador hecho hombre en la paz del sepulcro. De la paz de la voluntad de Dios plenamente cumplida ya, surge la gloria de la nueva y eterna creación, del séptimo día brota el octavo; del sepulcro de Cristo surge Cristo glorificado, Señor de la Creación entera. Los Santos Padres consideraban como Santo el número ocho. Significa para ellos la purificación del pecado, cosa que venía prefigurada por la circuncisión al octavo día; quería significar también la perfección, ya que ocho son las bienaventuranzas que anuncia el Señor como suma de la perfección en la vida del cristiano. Pero, sobre, todo es el número de la Resurrección, la cual tuvo lugar al octavo día, después que la humanidad, durante los siete días anteriores a Cristo, se había manchado con innumerables pecados (véase S. Ambrosio: Al Salmo 118, pról. 2). Así, con el primer día de la semana, día que nos trajo la resurrección del Señor, nos viene el día octavo y último del mundo, día de la Pascua y del nuevo reino de Dios…Octavo con relación a los siete días del tiempo terreno ya transcurridos, pero primero y único en el nuevo orden eterno que comienza y que no conoce número ni tiempo.